El directo de los vascos Delorean junto a la banda granadina Trepàt colorea de verde la fría noche del pasado viernes 12 en La Cochera Cabaret, aunque con evidentes aspectos técnicos a mejorar. Crónica y fotos de Kiko Izquierdo.
Admito que fue difícil tomar la decisión: por un lado Manos de Topo en la Velvet y, por otro, Delorean y Trepàt en La Cochera. Un servidor se decantó por lo segundo y no se arrepiente, la verdad. La velada que pasamos junto a bandas del nivel de los vecinos Trepàt de Granada y los delicados y elegantes Delorean fue de lo más agradable, sin duda mejorable, pero no por ello menos válida.
Aparecimos y en la propia sala pudimos advertir algo diferente…Estaba todo verde y lleno de botellas de Alhambra Reserva 1925. Y una cosa más, una sorpresa no muy grata: cuando nos dirigimos a pedirnos una caña…
– No. Sólo Alhambra Reserva 1925.
– Pero…¿a cuánto está?
– 3 euros.
– Ah, ¿y la caña?
– QUE NO HAY CAÑA, COÑO.
Realmente no fue así. El personal que lleva la sala es de lo más apañao. Pero la pobreza nubla la vista incluso de las gentes más sesudas.
En fin, que me nublo y me voy por los cerros de mi pueblo. Antes del concierto, otra sorpresa, más grata aunque poco sazonada: Gus Iglesias (Radio 3) se encargó de realizar una pequeña entrevista a miembros de ambos grupos antes de empezar cada uno de sus conciertos. Era como la tele: en medio de la nada montaron una especie de set como para retransmitir las campanadas desde Sol pero estando en Alcobendas, ya me entendéis.
Así, el primer turno es para Trepàt, que me regalan argumentos para la eterna batalla en defensa de los teloneros (la misma palabra parece tener usarse en sentido casi peyorativo) al mostrar un directo electrónico nuevo para todos y que la noche anterior desvelaron en su tierra, Granada. El cantante y único hombre de la formación, el guapísimo Juan Luis Torné, afirmó al terminar su brevísima muestra musical habérselo pasado bomba con ese experimento, independientemente de si el resultado había sido más o menos mejorable. Yo lo apruebo, como apruebo todo lo que hace esta gente que, como dije en la previa, no promete, sino que ya demuestra. Ardo en deseos de volver a verles, como siempre, pues es un placer tener tan cerca (y sentir tan cerca) un sonido tan profesional y con una calidad tan clara.
Tras una pequeña pausa para el fumeteo, Delorean. En la entrevista previa, el cantante y el batería demostraron vivir en una constante bajada de azúcar, al borde del desmayo por falta de sangre en el cuerpo. Además de un poco de salero (no pido un carácter andaluz, pero un poco de vitalidad nunca está de más), eché de menos en directo (por supuesto, tanto como en el último disco) su sonido más lascivo, menos melódico y más rítmico. Nada da más juego en vivo que una fiesta de ritmos, y ellos, que se comieron la escena con esa especie de africanismo tropical norteño (género musical que acabo de inventarme), parecen haber abandonado esta sonoridad incluso en sus directos. Quizá el último paraje en el que seres como yo teníamos puesta la esperanza de volver a disfrutarla.
Eso sí, la elegancia no se la quita nadie. Delorean puso firme sobre las tablas su propuesta sonora, cambiante, quizá ahora un poco más heterogénea y confusa, pero definitivamente auténtica y propia. Lo demostraron, y quizá peco de hit-fan con esta afirmación, sobre todo al final del concierto. De hecho, fue precisamente el último tema el que consiguió arrancar en baile al público que lógicamente pidió bis. Petición esta que Delorean contestó si acaso brevemente, regalando sólo una canción más. Eso sí, tan brillante y potente que consiguió, al menos a quien os habla, hacer desaparecer el tímido sabor a desidia que había empezado a aparecer en el concierto debido, fundamentalmente, al bajo volumen de la voz en ambas puestas en escena con respecto al resto de instrumentos.