25 Fancine (IV)

Palmarés 25 Fancine

Acabé la entrada anterior preguntándome si, en la celebración de este aniversario, tendría el Fancine un jurado digno al fin.

Mi opinión al respecto me la guardo para el post final (suena apocalíptico, ¿eh? Mejor aún: THE FINAL POST. Así sí), así que ahora simplemente me limito a comunicaros (con 3 días de retraso; oh, digno luto post-Fancine) el palmarés oficial:

  • El público ha premiado a Savant: Kali 47 como mejor corto online, Incuba Dissonance como mejores cortometrajes (de imagen real y animación respectivamente) y Turbo Kid como mejor largometraje.
  • El Jurado Joven ha elegido el cortometraje 2037 para que represente al Fancine en la competición por el Méliès de oro; además de  The new music Dinner for a few como mejores cortos de imagen real y animación respectivamente.
  • Por último, el Jurado Oficial premia a Hou Hsiao-Hsien por su labor de dirección en The assassin, mejor actriz a Ah-Sung Ko por su papel en Office, Kevin Bacon mejor actor por su papel en Cop CarTurbo Kid mejor guion, The assassin mejor fotografía y, por fin, Tag mejores efectos especiales y mejor largometraje.

Comentado esto, y guardándome con gran esfuerzo mis opiniones sobre dichas decisiones, seguimos con el comentario cronológico de mi personal e intensísima celebración de la edición nº25 del Fancine.

The Rocky Horror Picture Show, la fiesta

Excesivo para algunos, para mí fue sencillamente innecesario. Joder, que no, que no soy un hater (bueno…), que no es que no me gustase. Me explico: un festival como el Fancine, que tiene una muy envidiable legión de frikis a su total disposición, no necesita crear situaciones, debería bastarle con propiciarlas, cosa que, por cierto, ya hace.

Cada lugar y cada evento produce un tipo de personaje diferente, y el personaje del Fancine se caracteriza comúnmente por ser un plasta un poco impresentable, pero que, en situaciones debidamente controladas, fomenta y crea un ambiente de distensión y entretenimiento en lo que en un primer momento era sólo una proyección más.

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Los que tuvimos la suerte de estar presentes en aquel inolvidable pase nocturno y gamberro de la segunda parte de los zombies nazis de la edición pasada sabemos a lo que me refiero. Aquel jaleo espontáneo, permitido y propiciado por una organización que siempre ha querido trascender la pantalla (de muchas maneras), fue memorable e irrepetible.

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En este caso, el espectáculo no resultó más que la adición de unos ruidosos aplausos enlatados a una película de culto que merece al menos su propia subversión y la irreverencia de la espontaneidad en el encorsetado mundo del correctísimo comportamiento de la sala de cine.

Men & Chicken

Unos minutos antes de entrar a la sala, un amigo que ya la había visto me dijo: «Te vas a reír». Y no lo hice, a excepción de aquellas veces en que era vital, necesario para aliviar parte del peso que la película iba cargando sobre mis espaldas. Quizá porque últimamente estoy muy serio, o porque no entiendo el humor noreuropeo, o porque lo entiendo demasiado… No sé. Pero no me reí.

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Es danesa, pero recuerda muchísimo a la (anti)comedia sueca de Roy Andersson (el de la Paloma sentada en una rama…). Ambas tienen en común el lugar en el que sitúan, espacial y temporalmente, la miseria del ser humano en Occidente (y siempre desde una paródica perspectiva de Occidente): no en el pasado, en esas tierras donde es necesaria la presencia del hombre bueno blanco para salvar a los ignorantes de la barbarie; no en el presente, en esa Europa a medio gas a la que pertenecen países como el nuestro; sino en el futuro, en esa vanguardia intelectual de las tierras del norte, del Nobel, en la que la Europa a medio gas fija sus metas, demostrando su total y absoluta ignorancia del verdadero asunto.

La comedia de la miseria noreuropea destruye, también, el último lugar proyectado por la masa de intelectuales que sueña con el Nobel y con las vidas avanzadas en Suecia o Dinamarca. Allí también, como aquí y como en todas partes, hay quien se encarga de evidenciar la miseria y dejar en calzoncillos todo argumento idealista de progreso.

El ser humano es miserable, «life is life«.

Cooties

Cooties era, para muchos, otra de las películas más esperadas, como Turbo Kid The final girls. Sin embargo, y a pesar del papelón que vuelve a marcarse Elijah Wood, la cuestión no pasa de anécdota.

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Cooties se cree más (graciosa) de lo que es realmente, y aunque empieza con buenos pasos y tintes interesantes, en seguida adquiere un tono serio que provoca indiferencia, cuando no enfado.

Las críticas a la institución educativa (y a otros muchos asuntos igualmente criticables) se suceden de manera ingeniosa y correcta al principio, pero se estacan luego. También remarcable el chiste intertextual que resitúa al pobre (y seguramente cansado) Elijah Wood en la Tierra Media; chiste que ya se había hecho en la serie Wilfred y que me pareció fuera de lugar (a mí, que ya había visto uno similar, no digo que estuviese realmente fuera de lugar).

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Una película cuyo concepto es matar niños zombies podría haber pasado directamente a la categoría de cine de culto, pero ha preferido quedarse en una eventualidad pasajera de final abierto, de la que seguramente no haya continuación y acabe pasando a un triste olvido.

Ah, eso sí, la secuencia inicial de créditos, en la que vemos la preparación completa (desde su obtención de materia prima hasta su consumo, pasando por su envasado y distribución) de uno de esos nuggets de pollo que tan felizmente damos a nuestros niños; esa secuencia debe pasar a la historia del cine.

Réalité

Quentin Dupiex, habitual del canal Adult Swim y director de Rubber, aquella película sobre un neumático asesino, vuelve con… más de lo mismo.

Esta parece ser la principal crítica que se le hace a la película, y ninguna más. Y digo yo, si algo funciona, ¿por qué cambiarlo? A mí me pareció una obra fascinante, de deslumbrante ingenio y belleza y, sobre todo, dotada de una inteligencia muy elevada.

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Fui a verla por (y con) un asiduo de este tipo de cine y fan absoluto de Adult Swim, que me comentaba que realmente este director ponía sobre la mesa cosas sin sentido y fin, que no se calentaba más la cabeza. Sin embargo, y tras mucha cabezonería por mi parte, conseguimos llegar a la conclusión de que quizá entonces la inteligencia de este tipo de cine no reside en su engendramiento, sino en su posterior destreza a la hora de unir cabos aislados para acabar creando un producto controladamente caótico e inevitablemente hipnótico.

En fin, pues eso, no se puede decir mucho más, entrar a comentar la película (y su ¿argumento?) sería como zambullirse en el lodo. Mejor recomendar altamente su visionado y eximirme de cualquier responsabilidad. Yo volveré a verla pronto pues, como digo, me fascinó.

2 comentarios en “25 Fancine (IV)

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